Monseñor Romero una muerte sin precedentes
Sandra Ardòn
El rostro de los pobres, de la esperanza, la voz de El Salvador yacía tendido en un ataúd, sin vida por el simple hecho de denunciar la injusticia y la corrupción que aterrorizaba al pueblo salvadoreño, una bala basto para callar la voz de una nación en la cual se escuchaban los lamentos por la perdida de la esperanza que otorgaba Monseñor Romero en sus vidas.
En la Plaza delante de la Catedral unos 250.000 fieles se reunieron para dar un último adiós a Monseñor Romero cumpliendo así sus palabra de que resucitaría en el pueblo, pero esto otorgo un gran descontento en los dirigentes convirtiendo ese lugar en un valle de lamentos ante la ráfaga de fuego que azoto a las personas que tanto amaba Monseñor, dejando más de 40 muertos y muchos heridos sin fe ni esperanza de una protección.
Monseñor Romero fue asesinado poco después de las 18.00 horas,Gritos, lamentos y angustia se apoderaban del Hospital de la Divina Providencia cuando un proyectil traspaso el cuerpo de un hombre santo, que tras una cruel hemorragia cedió a lado del altísimo su voz perdudarera, ante el asombro de las personas que se encontraban en esos momentos incrédulos ante el hecho ocurrido frente a sus ojos.
En el ambiente se percibía ese hecho tan evidente, la voz del pueblo estaba en riesgo, Monseñor Romero había firmado su sentencia de muerte un día antes en su homililla del 23 de marzo de 1980, en donde imploraba, suplicaba y ordenaba que no hubiera más represión contra su pueblo amado.
Pero no sólo había sido su homililla lo que le propiciara la muerte, había sido el hecho de defender y denunciar las injusticias constantemente, eso lo tenia muy claro y no le temía a la muerte, tanto que viajaba solo por las calles de San Salvador sin importar lo que sabia tenia que ocurrir.
las amenazas recibidas no habían existido solamente semanas antes del hecho que marcaria al país, al contrario, estas se vivían desde meses antes en un ambiente muy preocupante para la familia de Monseñor Romero y para el pueblo que temía por un hecho sin precedentes, el asesinato de la voz de El Salvador.
Las amenazas ya no eran de extrañar, desde hace ya mucho tiempo atrás era evidente para el pueblo que le iban a matar, pero aun existía la esperanza que por ser parte de la iglesia no serian capaces de apagar su vida por medio de la violencia y la maldad que otorgaban las grandes jerarquías de la sociedad.
Según la Madre Luz, la única monjita que ha quedado viva y testigo de la muerte de Monseñor, le describe como alguien muy celoso de la obra que Dios le había encomendado: servir al pobre y necesitado con todo su corazón.
Cerca de la época en que se suscita su muerte, sor María Luz recuerda que Monseñor seguía manteniendo su carácter sereno y tranquilo, pues para él estas dentro de poco dejarían de ser amenazas para convertirse en su destino final.
Esto a raíz de las palabras que cruzo con una persona que estaba dentro del ejército, pues le había asegurado que él seria la siguiente victima ya que con sus homilías había firmado su sentencia de muerte.
A raíz de la recopilación de anécdotas que relatan su último día en esta tierra y tras la confirmación dada por Sor María Luz, se dice que empezó su día normalmente, acudiendo a la capilla del Hospitalito para orar y tener su acostumbrada meditación personal, cuando las hermanas llegaron a esta, Monseñor ya estaba en oración ante el Santísimo Sacramento, para después unírseles en la oración de laudes y celebrar Santa Misa.
Después se reunieron a desayunar, donde charló y bromeó con ella y el resto de hermanas, Romero estaba vestido con una sotana blanca y según la Hermana, esa era señal de que iba a descansar al mar, y por la confianza que se tenían las Hermanas le dijeron "Monseñor y ahora, ¿adonde?”. A lo cual Monseñor con la confianza que tenia con ellas, pues las trataba como hermanas, les respondió: “metidas” a lo que ellas respondieron, siempre en tono de broma “A saber a dónde va...y... no lo quiere decir...", "A saber qué se tiene por ahí..." "Llévenos monseñor...".
A raíz de ello, él les contesto: “"A donde yo voy ustedes no pueden ir", respondió monseñor. Pero ¿por qué?" respondió una hermana. "¿Adonde va?" "¡Ah!" ustedes todo lo quieren saber... ¡Qué mujeres!", Respondió él tomando un bocado de su desayuno.
El motivo de su viaje a la playa, era el de discutir un documento papal con otros sacerdotes orientado hacia el celibato y otras cuestiones relacionada a la vida de los sacerdotes que en ese entonces era de reciente publicación y descansar un poco, para ello se dirigió al arzobispado para consultar su agenda.
Llegando al lugar, saludo a sus vicarios y cancilleres según su costumbre, aparte de eso se encontró a un buen numero de sacerdotes, a los cuales también saludo y estrecho la mano de cada uno. Más de uno le felicitó por su valiente homilía del domingo anterior. Otros comentaban entre sí, en voz baja, los riesgos que había corrido con aquellas palabras, instando a las bases del ejército a obedecer a Dios antes que a sus jefes cuando estos les ordenaban matar. ¿No pondrá en peligro su vida?
Según lo que cuentan personas cercanas a Monseñor, él ya tenía amenazas de muerte desde hace mucho tiempo, debido a su constante acercamiento con el pueblo y conforme se acercaba la fecha fatal que todos conocemos, se hacían cada vez más frecuentes y fuertes estas indudables amenazas.
Su viaje a la playa no tuvo mayores contratiempos, alrededor de las tres de la tarde, Monseñor decidió regresar a San Salvador, al llegar al Hospitalito ya se encontraba ahí una persona con la que tenia que hablar, se tomo una ducha y prosiguió a atender los deberes pendientes entre los que se encontraba hablar con una persona.
Pasada esta tarea, fue a visitar a su medico, pues le achacaba una molestia en los oídos, luego de esta corta visita enfilo rumbo hacia la casa de los jesuitas, en la cual vivía su confesor, con el cual pidió hablar, para esto ya eran las cuatro y treinta de la tarde.
Al ver y saludar a su confesor, le dijo: " Vengo, Padre, porque quiero estar limpio delante de Dios”, y mantuvo una confesión tranquila y detenida. Las personas que tuvieron la oportunidad de verle esa tarde comentan que Monseñor se mostraba como siempre, tranquilo, sereno y con su mirada tímida pero esta vez mas apenada; le ofrecieron un vaso de limonada, a lo que él respondió : “ No tengo tiempo, pero eso no me lo pierdo". Era un hecho muy conocido que Monseñor disfrutaba de la limonada, bebió del vaso de limonada a pequeños sorbos y se dispuso a platicar con su confesor y las personas que también se encontraban en el mismo corredor.
Alrededor de las cinco y treinta, ya se encontraba de regreso en el Hospitalito, le estaba esperando otra persona para hablar sobre asuntos pastorales, Monseñor se dispuso a atenderlo.
Cerca de las seis de la tarde, Monseñor ya estaba listo ante el altar del Señor, a punto de celebrar la misa, pero desgraciadamente ante el asombro de muchos fue asesinado al levantar la hostia en el Hospital de la Divina Providencia en donde ante un tiro, se escuchaban llantos gritos de auxilio y lamentos por Monseñor Romero, ante el hecho de una hemorragia que tiño de sangre las vestimentas con las que daba la santa misa.
El hermano de monseñor Romero Gaspar Romero narra que días antes se habían recibido amenazas cada vez mas fuertes, que lo ponían muy nervioso ante la situación, sin embargo a monseñor romero no parecía afectarle y le decía que ¿Por qué? se preocupaba si cuando a el le ocurriera algo el seria el primero en saberlo, además se plantea que monseñor decía que cuando eso sucediere el estaría cerca de su señor Jesucristo y efectivamente así fue, ya que levantando la hostia y recibiendo el espíritu de cristo el fue asesinado.
Muchas personas expresan que su rostro reflejaba una gran serenidad el día de su muerte, ya que ante las declaraciones que el había hecho y ante la inconformidad de las grandes elites del país el tenia conocimiento que le iban a asesinar, había sido alertado semanas antes y muchas personas le habían solicitado que se cuidara de un hecho evidente, pero sin embargo el estaba dispuesto a correr el riesgo ya que amaba incondicionalmente al pueblo salvadoreño.
Una semana antes del asesinato de Monseñor Romero en el Hospitalito de la Divina Providencia, se habían vivido momentos de angustia cuando se encontraron cartuchos de dinamita lista para explotar y destruir no solo a monseñor romero si no que también a todas las personas que recibían la misa en el Hospital de la Divina Providencia, pero afortunadamente esta no se detono aunque causo gran revuelo en las instalaciones del hospital, esto marcaria el hecho evidente que las amenazas habían terminado y que las acciones contra el se habían echado a andar
Pero… ¿Quién era en realidad Monseñor Romero para el pueblo salvadoreño?
Según algunas entrevistas realizadas en uno de sus lugares preferidos en Chalatenango Dulce Nombre de María, describen a monseñor así:
Digno, amable, humilde, alegre y estricto...un hombre Santo, un mártir.
Juan Antonio Clavel.
Un mártir, un santo de nuestra Iglesia.
Rafael Gutiérrez.
Además su hermano Gaspar Romero y las Monjitas del Hospital de la Divina Providencia hablan de Monseñor Romero como una persona alegre al cual le gustaba mucho escuchar chistes para alegrar su vida tan complicada, también le gustaba salir y convivir con los jóvenes, era un hombre lleno de vida y amor para el pueblo salvadoreño.
¿Quién mato a Monseñor Romero?
Tal como denuncia el Informe de la Corte Interamericana de Derechos Humanos , el gobierno no realizó ninguna investigación exhaustiva sobre el asesinato, sin embargo la corte Interamericana de los Derechos Humanos declara que:
Según se ha establecido supra, el Arzobispo de San Salvador fue asesinado con la participación intelectual y material del Mayor Roberto D’Aubuisson y los capitanes Álvaro Saravia y Eduardo Ávila. También participaron los civiles Fernando Sagrera, Mario Molina y un "asesino profesional" de identidad desconocida. D’Aubuisson es la persona responsable de la orden de asesinar a Monseñor Romero, y de impartir instrucciones precisas a miembros de su entorno de seguridad, quienes actuaron como integrantes de un escuadrón de la muerte en operativo de la ejecución extrajudicial.
El mayor Roberto D'Aubuisson fallecido líder ultraderechista, fundador de los ‘escuadrones de la muerte’ y del partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), fue detenido el 7 de mayo de 1980, junto a un grupo de civiles y militares, en la finca ‘San Luis’, donde se encontró una cantidad significativa de armas y documentos, que involucraban al grupo de D'Aubuisson en el financiamiento y organización del escuadrón que participó en el asesinato del arzobispo de San Salvador. Después de la detención de D'Aubuisson, ocurrieron una serie de acciones terroristas y presión institucional que provocaron su liberación.
Esto provoco gran indignación de parte del pueblo salvadoreño, ya que a partir de esa fecha en El salvador no se estableció una investigación seria para determinar los culpables de la muerte de monseñor Romero.
Estos hechos que fueron muy impactantes para el pueblo, hoy en día se recuerdan con indignación, pero más indignación siente El Salvador al saber que la voz de la esperanza y el amor fue callada por la corrupción que hasta hoy en día prevalece.
Pero así como hoy en día prevalece aun la corrupción y la impunidad, aun prevalece la voz de la esperanza, la voz de Monseñor Romero que pese a que su asesinato fue una muerte anunciada, su amor y vida prevalecerá en El pueblo salvadoreño.